noctámbulos
falsarios
pretendientes
omnímodos
de
la conversión
del mal en bien.
Cuántas
veces vi
sus caras.
sus ojillos de zorro,
sus manos de guadaña.
He
probado en infinitas horas
de
sus vasijas vidrio molido,
he
escuchado
sus atroces
conceptos,
sus
calumniosas frases
a espaldas
del herido.
He
sentido desde todos los rincones
sus ardientes celos por
la magia,
las sentencias más
disparatadas,
las excusas más villanas.
Ustedes
que
intentaron tejer en el alba
un
nuevo parlamento tendencioso;
que apalearon a la pájara en su
nido
robándole los huevos que
empollaba.
Que
con el más vil de los silencios
pretendieron
tapar verdades crueles.
Que inyectaron en los ojos
pócimas de ceguera, en carcajadas.
Que
intentaron ser los dioses
de
Olimpos repletos de abyecciones;
que insuflaron en las mentes
bocanadas de órdenes navaja.
A
ustedes digo
que
todo intento ha sido inútil.
Sus máscaras erigidas
fueron máscaras,
nunca el horror atravesó
la calma.
Una
luz de esplendor alucinante
se
irguió delante de sus cuerpos
cuando empeñados estaban con el
cuento
de iniciar el ritual de la
insolencia.
Ustedes maldecían,
salmodiaban frases,
inventaban trucos con los dados.
Comentaban,
Cuchicheaban
Gozaban
Después
iban a misa y a los cultos
a golpearse el pecho,
a lloriquear por el prójimo,
a creer que la santidad
salía rauda, por los poros
de sus epidermis de barro.
A
pensar que sus vidas
eran
ejemplos para otras vidas.
A
inflarse como pavos.
A
soñar con pajaritos frágiles
-que
entre trinos y dulzuras
devoraban
a legiones de pirañas-
por los siglos
de los siglos.
Pobrecillos ustedes
tristes
fantoches de la oscura esencia,
perdedores
eternos de los Todos.
¿Será
el turno de la risa?
No lo
pienso
¿Será
el tiempo de la ofensa?
No lo
creo
Ustedes
acurrucados
en lechos impolutos
se
quedarán para seguir planeando
universos nuevos
y
triquiñuelas nuevas.
Abrirán sus enormes fauces.
Sus lenguas relamerán gozosas
los
belfos, al pensar en el próximo festín
de
odio -servido en platos de oro-
Pero también ustedes
en medio de su altivez olvidaron
un arte elaborado a mano y fuego:
Solo
los despistados como yo
quedaremos
para abrir ventanas,
puertas,
celdas,
claustros
y
ataúdes.
Los
miopes sin lentillas como yo,
los
amantes del ocaso,
los
soñadores en alforjas repletas de luceros,
los
sensibles
quedaremos.
Sin
que importen las ardides preparadas,
ni las danzas de picantes ademanes.
He visto tanto en esta vida
que nada me parece sorpresivo.
Estoy
en paz
y soy dichosa
¿USTEDES?
nunca.
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